Cómo la acción colectiva y un sistema de valores compartido han transformado la sociedad vasca. Nos sumergimos en dos ámbitos claves del fenómeno cooperativo en el País Vasco: el grupo Mondragon y el movimiento de las ikastolas.
Del auzolan al cooperativismo (y viceversa): una forma muy vasca de mostrarse al mundo
30 Jul 2024Son cómodas, ahorran energía y tiempo y con ellas se pueden preparar todo tipo de platos, simplemente ajustando los tiempos de cocción. Muchos de nosotros tenemos una longeva relación con la olla exprés, también conocida como olla a presión. Este utensilio de cocina que a las nuevas generaciones les puede parecer un cachivache fue un aliado futurista en el País Vasco de los años 80. Y tenía un componente de sorpresa, casi mágico. De vuelta del colegio, el silbido de las ollas exprés que se escuchaba desde el rellano de muchas casas nos ponía en alerta: la comida (¿carne guisada?, ¿puré?, ¿lentejas?) ya estaba lista para ser servida. Podía ser casi cualquier cosa. Una sorpresa deliciosa.
Cuentan que las primeras ollas exprés eran de latón, pero aquellos artefactos se fabricaban en aluminio y acero inoxidable. La marca: Fagor Electrodomésticos. El modelo: Rapid Express. Fagor, la primera empresa del gigante cooperativo Mondragon y su buque insignia durante décadas, echó a andar el 14 de abril de 1956 bajo el nombre de Talleres Ulgor. Sus fundadores (Luis Usatorre, Jesús Larrañaga, Alfonso Gorroñogoitia, José María Ormaechea y Javier Ortubay) crearon al año siguiente una división de fabricación de productos electrodomésticos que cobraron fuerza en la década de 1960 a través de un modelo innovador, solidario e inclusivo. Sobre el papel de la mujer, por ejemplo, José María Arizmendiarrieta, padre del cooperativismo vasco y mentor de aquellos jóvenes estudiantes que empezaron a revolucionar la economía, sostuvo: “Es un gran error que las mujeres no accedan a la enseñanza profesional, de manera generalizada, ni participen en los procesos de reconversión y formación permanente dando cabida a profesiones que hoy las rechaza por inadecuadas”.
Ya en 1964, la visión colectiva y el trabajo en común del modelo cooperativista era inequívoco entre los fundadores de Mondragon. “Tenemos que pensar en desarrollar una serie de instituciones que sirvan de cobertura a nuestros propósitos y planes cooperativos: instituciones consecuentes con nuestra visión social y económica. El movimiento cooperativo será un fenómeno pasajero en tanto no se proyecte y se desarrolle en el conjunto de la sociedad con el consiguiente enraizamiento en la educación y en las relaciones sociales y económicas”.
No fue flor de un día. El paradigma cooperativo en el que los trabajadores son los socios propietarios ha calado hondo y se ha convertido en una fórmula de éxito en el País Vasco. El trabajo en común ha cuajado en distintas capas de la sociedad vasca: las ikastolas, por ejemplo, brotaron cuando un grupo de padres y madres pusieron en marcha un modelo único de centro educativo bajo la fórmula cooperativa. El sentimiento de comunidad y de un proyecto compartido y solidario son algunos de sus ejes principales.
Mondragon, en la cima
66 años después de comenzar su andadura, la modesta cooperativa que se convirtió en embrión de Fagor escaló a la cima con un prisma diferente. En la actualidad, la red se extiende por 150 países. Mondragon es la cooperativa más grande del mundo y el primer motor industrial vasco y el décimo del Estado español, con una plantilla aproximada de 70.000 trabajadores repartidos por varios continentes. ¿Pero cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Por qué tenemos instaurada esta visión cooperativa en el País Vasco?
Como primer paso, conviene echar la vista atrás y mirar por el retrovisor de la historia. “El cooperativismo se puede interpretar como una forma moderna de auzolan. No solo porque fomenta la acción colectiva, sino porque la estructura de las cooperativas vascas (especialmente Mondragon) funciona desde la soberanía de cada entidad asociada. Es una réplica de la autosuficiencia del baserri [nombre en euskera del tradicional caserío vasco] que solo se une con los otros para hacer lo que uno no puede hacer por sí mismo”, explica Gorka Espiau, director de la fundación Aguirre Lehendakaria Center (ALC), que desde 2013 funciona como un laboratorio de innovación social en una docena de países.
Acción colectiva y resiliencia
Según Espiau, el concepto de auzolan es clave para entender las distintas “narrativas vinculadas a la transformación vasca”. De esta manera, “se interpreta como la capacidad de acción colectiva y resiliencia que el pueblo vasco ha demostrado a lo largo de la historia. Como toda narrativa, se trata de una construcción cultural que combina elementos reales y tangibles (sistema de organización comunal en los baserris) con elementos intangibles y cualitativos (sistema de valores). Esa construcción cultural nos ayuda a interpretar la realidad de una manera y al asociarnos a sus valores, tomamos decisiones y nos comportamos de forma coherente con ese imaginario. El imaginario se acaba convirtiendo en realidad”, afirma.
Xabier Barandiaran es doctor en Sociología y profesor titular del Departamento de Ciencias Sociales y Humanas en la Universidad de Deusto. Para él, el término auzolan “tiene su base en la comunidad” y está relacionado con “la responsabilidad comunitaria del individuo y el servicio por los demás, la solidaridad y las formas de organización social que velan por los intereses comunitarios por encima de los intereses particulares. El individualismo generado por las sociedades de consumo ataca directamente la cultura del auzolan”, subraya. Y pone un ejemplo práctico: “Cuando una comunidad de vecinos decide limpiar el entorno del río que pasa por el municipio, están desarrollando una acción cooperativa y están generando un bien público. Eso es el auzolan”.
Coincide con Espiau en señalar los vasos comunicantes existentes entre el auzolan y el cooperativismo. “La filosofía cooperativa vasca”, asegura Barandiaran, “está directamente vinculada con el auzolan; con las decisiones compartidas o la cooperación para desarrollar un proyecto empresarial que está al servicio de un colectivo o una comunidad por encima de los intereses individuales”. “Elegimos proyectarnos al mundo de esa manera, nos gusta que se nos perciba así. Frente al individualismo, acción colectiva”, tercia Espiau. “Nuestra mentira es que los vascos tendríamos una capacidad mayor que otros pueblos de acción colectiva”, añade.
Un movimiento participativo y popular
“El actual nivel de desarrollo y capital social del País Vasco no se pueden entender sin el auzolan”, sentencia Barandiaran. “Existen infinidad de ejemplos de proyectos realizados en auzolan; muchas Ikastolas se construyeron a través de auzolan; muchos incendios o inundaciones se han solucionado gracias al auzolan; el movimiento cooperativo impulsado por Arizmendiarrieta tiene su base en los valores del auzolan”, añade. En el libro ‘El movimiento de las Ikastolas. Un pueblo en marcha. El modelo Ikastola (1960 – 2010)’ (Euskal Herriko Ikastolak – Euskaltzaindia, 2011) se incide en el fenómeno que supuso en la educación vasca la implantación de un nuevo modelo educativo en la clandestinidad durante la segunda mitad del siglo XX. Una escuela con un modelo de educación propio, que trabaja con una “pedagogía avanzada y progresista” y que tiene como “eje y base” el currículum vasco, apostando por una educación euskaldun “con un fuerte plurilingüismo”. Así define la Federación de Ikastolas el espíritu de estos centros educativos implantados en todo el País Vasco y que, en la actualidad, suman 114 ikastolas; 4.500 profesores, 500 trabajadores, más de 50.000 alumnos y “madres y padres con participación directa, la mayoría cooperativistas”.
A lo largo de las páginas del libro sobrevuela el concepto comunitario y cooperativo. Un ejemplo extraído de su introducción: “Si se repara en la historia social de las ikastolas, resultan evidentes sus vínculos con la historia de la sociedad del euskera, puesto que han surgido del seno del pueblo y han actuado en diálogo con la ciudadanía. Las ikastolas y la sociedad del euskera son los sujetos de la historia de una sustentación mutua. Al igual que la vida social de cada momento ha influido en las ikastolas, la trayectoria de las ikastolas ha supuesto un permanente manantial de aportaciones para Euskal Herria”. El carácter “participativo y popular” de las ikastolas también se analiza en el estudio ‘El movimiento cooperativo de las ikastolas: su revisión conceptual desde la perspectiva de las empresas sociales’ (Unai del Burgo García, 2013). El fenómeno de las cooperativas escolares fue creciendo con el paso del tiempo, abarcando todos los niveles educativos. La mayoría de las ikastolas pertenecen a la enseñanza concertada, es decir, son escuelas privadas que reciben financiación pública y están obligadas a seguir el plan de estudios y las normas establecidas por el gobierno.
En su origen, la estrella fue la pedagoga y activista Elbiria Zipitria (Zumaia, Gipuzkoa, 1906, San Sebastián, 1982): una de las impulsoras de estas escuelas durante el largo túnel de la dictadura franquista (1939-1975). A través de un enfoque vanguardista, formó a numerosas profesoras que extendieron la red educativa de ikastolas y abrió en la Parte Vieja de San Sebastián, en el número 26 de la calle Fermín Calbetón, una casa-escuela que está considerada la primera ikastola en los tiempos de la posguerra, en el primer periodo del dictador Francisco Franco. Zipitria es una figura de primer orden en el ámbito educativo vasco. Recientemente, la editorial Denonartean ha publicado el álbum ilustrado ‘Elbira Zipitria andereñoa’ y en 2022 el documental ‘Elbira’ profundizaba en la vida de la activista del euskera. Por su parte, Etxepare Euskal Institutua impulsa la Cátedra Elbira Zipitria en la Universidad McGill de Montreal (Canadá), “poniendo en el centro los movimientos culturales innovadores”.
Zipitria ayudó a fundar la ikastola Orixe de Donostia en 1968. Suyas son estas palabras que todavía hoy resuenan en el grito de un pueblo: “Txori bakoitzak bere abestia. / Herri bakoitzak bere hizkera: / euskaldunok euskara! / Guk ahal ditugun / hizkuntza gehienak ikasiko ditugu: / buruan hiru edo./ Baina bihotzean bakarra:/ gurea!”. (“Cada pájaro su canción. / Cada pueblo su lenguaje: / ¡los vascos el euskera! / Nosotros aprenderemos la mayor parte de las lenguas que podamos: / en la cabeza unas tres. / Pero en el corazón solo una: / ¡la nuestra!”).