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Del Peine del viento al bosque de Oma: un paseo por la escultura pública en el País Vasco

Escrito por Mikel Onandia 05 Mar 2025

En las últimas décadas el País Vasco ha visto enriquecido su patrimonio artístico con numerosas intervenciones al aire libre de la mano de artistas del país, tanto en pueblos y ciudades como en entornos naturales. Buscando el equilibrio entre lo estético, lo simbólico y lo funcional, y en interrelación con el urbanismo, la arquitectura y el paisaje, el arte redefine y humaniza el espacio público. Seleccionamos cinco de sus principales ejemplos.

1. ´Peine del viento´. Eduardo Chillida, 1977

Eduardo Chillida (Donostia-San Sebastián, 1924-2002), el artista vasco más universal, creó para su ciudad natal su obra más emblemática, el Peine del viento, una intervención que aúna arte, arquitectura y naturaleza. Ubicada en un enclave significativo para el artista desde su infancia, a los pies del monte Igeldo y abierto al mar, pertenece a una serie compuesta por una veintena de obras, iniciada en 1952 y acabada en 1999, en las que condensa sus conceptos esenciales en torno al espacio, la materia y la gravedad.

La finalmente instalada en Donostia es la número XV de la serie y se compone de tres piezas de acero corten, de más de 10 toneladas de peso cada una, con sus respectivos ‘brazos’ que se retuercen para peinar al mar y al aire en movimiento. Chillida realizó estas piezas específicamente para el lugar en colaboración con el arquitecto y responsable de la urbanización del entorno Luis Peña Ganchegui. Dispuestas en una composición triangular, dos de ellas frente a frente y la tercera en vertical, enfrentándose al horizonte, se erigen sobre un escenario rocoso con la aspiración de unirse a la naturaleza.

 

Javier Colmenero. CC BY-ND 2.0

2. ´Números primos´. Esther Ferrer, 2003-2023

Esther Ferrer (Donostia-San Sebastián, 1937), una de las pioneras de la performance y el arte conceptual en el País Vasco y España, realizó en 2003 de manera específica para el parque del Prado en Vitoria la intervención escultórica Números primos, su primera obra pública permanente. Con objeto de recuperar su estado original tras el deterioro sufrido a lo largo de los años, en 2023 fue reinstalada, bajo la supervisión de la artista, en la plaza interna y abierta a la ciudadanía del Museo Artium.Esther Ferrer (Donostia-San Sebastián, 1937), una de las pioneras de la performance y el arte conceptual en el País Vasco y España, realizó en 2003 de manera específica para el parque del Prado en Vitoria la intervención escultórica Números primos, su primera obra pública permanente. Con objeto de recuperar su estado original tras el deterioro sufrido a lo largo de los años, en 2023 fue reinstalada, bajo la supervisión de la artista, en la plaza interna y abierta a la ciudadanía del Museo Artium. Las matemáticas y los números primos, una línea de trabajo fundamental en la trayectoria de Ferrer, concretamente la representación gráfica conocida como la espiral de Ulam, resultan la base del trabajo. Se trata de en torno a 10.000 placas montadas en el suelo entre las que se encuentran diagonales rojas y azules y números primos impresos, desde el 41 hasta el 10.039, ambos incluidos, que forman, según su propia lógica, una compleja y sugerente estructura reflejo de un orden interno universal que nunca se repite, al mismo tiempo siempre igual y diferente. 

Ayuntamiento de Vitoria

3. ´Mural cerámico en el frontón de Usurbil´. José Luis Zumeta, 1973-1974

En un contexto de gran riqueza creativa directamente vinculado con la vanguardia en el entorno del movimiento cultural Ez Dok Amairu, durante el último periodo de la dictadura franquista, José Luis Zumeta, miembro destacado de la Escuela Vasca, realizó para la parte trasera del frontón de su localidad, Usurbil (Gipuzkoa), un gran mural cerámico. Se trata de uno de los ejemplos más sobresalientes del lenguaje maduro del pintor, definido entre finales los sesenta y primeros setenta, a partir de una abstracción informalista.

Con intención de llevar el arte desde el lienzo a la plaza pública, realizó 3.000 piezas de cerámica vidriada, un total de 18 toneladas de barro, para cubrir los 145 m² d la pared. A partir de una pequeña pintura a modo de boceto, Zumeta llevó a escala monumental una composición abigarrada de ritmos vibrantes en los que una compleja variedad de elementos flotantes y biomorfos se relacionan entre sí y resultan, al mismo tiempo, en una gran explosión de color. Junto la enérgica imagen de formas zigzagueantes e intensos rojos, azules y amarillos, destaca el carácter volumétrico del mural.

Zumeta murala
´Zumetaren murala´ Foto: wikipedia

4. ´Hondalea´. Cristina Iglesias, 2021

San Sebastián esconde en pleno centro de la Bahía de la Concha, en la Isla de Santa Clara, una monumental escultura de Cristina Iglesias (Donostia-San Sebastián, 1956), la artista vasca contemporánea de mayor proyección internacional. Hondalea, término de tradición literaria en euskera que significa ‘abismo’ y ‘fondo’ del mar, posibilita una experiencia única que se inicia desde que el visitante sale en barco desde el puerto de Donostia, continúa con la ascensión a través de las calzadas que suben por la isla, lo que posibilita una nueva perspectiva de la ciudad, para culminar en el interior de la casa del farero.

Inserta en el edificio vacío y excavado, se trata de un gran vaso de bronce que el visitante puede rodear y observar desde arriba, por el que fluye el agua según distintos ciclos, entre la infinidad de orificios y recovecos, evocando las rocas submarinas. El tiempo se ralentiza y el espectador se encuentra con una escultura viva en transformación constante, un espacio íntimo donde la espera, el sonido y el sentimiento de estar frente a una sima rocosa lo convierten en un refugio y en un lugar de reflexión en torno a la necesidad de la conservación del medio natural.

Hondalea.
Hondalea.

5. ´El bosque de Oma´. Agustín Ibarrola, 1982-1985

Agustín Ibarrola (Bilbao, 1930-2023), quien durante las décadas de 1960 y 1970 había desarrollado un tipo de pintura de claro compromiso social y político, entre 1982 y 1985 llevó a cabo su primera y más conocida intervención en un espacio natural. Ubicado en el término municipal de Kortezubi (Bizkaia), cerca del caserío del artista y de la cueva de Santimamiñe que cobija algunas de las principales pinturas rupestres del País Vasco, pintó un gran conjunto de pinos para crear, a partir de la conjunción visual de distintos troncos, imágenes cambiantes de figuras geométricas, humanas y animales como ojos, pictogramas o composiciones geométricas que aparecen y desaparecen según la posición del visitante. En el marco de la tradición de las prácticas creativas del land art, los árboles se erigen en soportes cinéticos para dar lugar a un resultado dinámico e inmersivo que exige la movilidad del espectador, que debe recorrer las distintas pendientes. Abierta al público hasta 2018, debido al fin del ciclo biológico del bosque entre 2022 y 2023 fue trasladado a un nuevo emplazamiento cercano recuperando conjuntos artísticos perdidos, de modo que actualmente se puede disfrutar del Bosque de Oma de la manera más completa y fiel a las ideas originarias de Ibarrola.

 

Rafael Vila. CC BY-NC-ND 2.0

Mikel Onandia es historiador del arte y comisario de exposiciones. Su investigación se centra en el arte moderno y contemporáneo y en el coleccionismo artístico.

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